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sábado, 7 de octubre de 2017

RENACIDOS

Voces me hablaban de tus sombras.

Voces de hielo.

Las vi trepar, muerta de ausencia,

por mis brazos,

por mi desconsuelo,

acariciaban el nudo de piel tejido,

que atormentaba mi garganta.

 

Noches llenaron mis ojos huecos.

Noches sin aurora.

Con el humo de tus labios trenzaba sueños,

y, con esmero, tejía tus manos

que dibujaban cálidos surcos,

en mis lágrimas,

en mis anhelos.

 

Arrastraba las horas por la tierra húmeda.

Una manada de lobos me abría paso

en cada esquina,

en cada gesto.

Me mordían con dientes antiguos,

rayos de muerte afilados y azules.

 

Balas de Caín hicieron mella.

Balas de ayer.

Las oí temblar con impotencia,

dentro de tu cabeza,

dentro de mi tristeza,

atravesaban carne herida que ajena estaba,

y el horizonte de tu silencio se hizo mar.

 

Lenguas de acero,

Lenguas de lluvia,

cortaban nuestros besos a dentelladas.

Un puente de plata y luna

unió a tus ojos la fría almohada.

 

Ahora que vuelves de tan lejos,

territorio de corazón reseco,

trajiste de ese viaje soles eternos,

y un olvido cargado de violencia,

sobre tus hombros,

sobre mis pensamientos.

 

Voces me negaron la mirada.

Voces de furia.

Fue entonces,

animal herido de soledad,

cuando las ramas de tus palabras,

verdecieron en mi pecho.  

 

 

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